(El
colapso de Rusia Nro. 6. Por Gareth Jones.
The Daily Express. 8 de abril de 1933. p�g. 9)
Una
noche, despu�s de asistir a una recepci�n dada por la Oficina Sovi�tica de
Relaciones Exteriores en el Palacio de Mosc�, fui a explorar las casas de los
obreros en Mosc�.
Hasta entonces me
hab�a impresionado con los c�lidos abrigos de la mayor�a de la gente que
frecuentaba el centro de la ciudad y por la salud de los ni�os moscovitas. Hab�a
aprendido que los ni�os recib�an buenas comidas en el colegio. Habl� con
trabajadores capacitados que eran bien pagados y recib�an bastante alimento en
sus f�bricas, y supe que algunos negocios estaban moderadamente bien surtidos,
aunque la entrada estaba limitada a personas privilegiadas. El n�mero de buenos
autom�viles corriendo por las calles me hab�a parecido una gran mejora respecto
a 1930 y 1931.
Lo que revelaron
las calles laterales
En el teatro lleno
yo hab�a visto una multitud que me parec�a muy de clase media en sus respetables
vestuarios y aspecto bien alimentado. El caminar en�rgico de muchos moscovitas
me hab�a impactado. La gente hambrienta no camina as�, reflexion�. Las calles
principales de Mosc� estaban en buenas condiciones y hab�an mejorado respecto a
los a�os anteriores. Si no fuera por los campesinos mendigos habr�a llegado a la
conclusi�n de que todo estaba bien en Mosc�.
�Mis visitas a los
hogares de los obreros sovi�ticos confirmar�an esa impresi�n? Dej� el centro de
la ciudad y me encontr� s�lo en una oscura calle lateral. Entr� en un patio
lleno de basura. A la izquierda se levantaba una casa de madera con una puerta
abierta, a trav�s de la cual pas�. Me llev� a un corredor semi iluminado con
puertas en cada lado que llevaban a cuartos. Una mujer trabajadora sali�. "�Qu�
quiere?". "Quiero ver c�mo viven los trabajadores", fue mi respuesta. Su marido
me invit� a entrar. "Nosotros le mostraremos c�mo nos hacen vivir a los
trabajadores", dijo amargamente. All� hab�a un cuarto peque�o con una cama que
ocupaba casi todo el espacio. "Tres de nosotros vivimos aqu�", dijo la mujer.
"Venga y visite a
la siguiente familia". El siguiente cuarto era a�n m�s peque�o. Colgaba un �cono
en una esquina. En la cama yac�a una anciana, p�lida y enferma. "Tres viven
aqu�", dijo ella, "pero cuando regresaron mis hijos con licencia del Ej�rcito
Rojo �ramos cinco". Me pregunt� c�mo cinco podr�an dormir en el peque�o espacio
del cuarto. En algunos de los cuartos en la casa hab�an seis, siete y hasta ocho
en cada uno.
Cuando hablaba con
la anciana una joven de unos veinte a�os, con una larga corbata roja, entr�. Su
rostro alrededor de los ojos estaba hinchado por el llanto. Su madre la sigui�,
sy su p�lido rostro tambi�n estaba hinchado con l�grimas. "�Qu� ocurre?",
pregunt�. La madre respondi�: "Nos han negado pasaportes, y tenemos que dejar
Mosc� para el 30 de marzo. No conocemos a nadie en el mundo excepto en Mosc�,
pero tenemos que alejarnos m�s de sesenta y cinco millas de Mosc�. �A d�nde
podemos ir? �C�mo tendremos comida all�?".
Castigo sin pan por
la ausencia de un d�a
"�Pero seguramente
les dejar�n su tarjeta de pan?", pregunt�. "Ni siquiera una tarjeta de pan, y no
tenemos dinero". La anciana dijo que a ella le hab�an negado una visa, y ten�a
que dejar Mosc�, pero estaba tranquila, y parec�a resignada, aunque sab�a bien
cu�l ser�a su destino.
Estas personas eran
las v�ctimas de la pasaportizaci�n.
No es extra�o que
me enojara al d�a siguiente cuando un comunista, que parec�a conocer cada
estad�stica que deb�a conocerse, me dijo: "Esperamos que por nuestro sistema de
pasaportizaci�n podremos eliminar el excedente de mano de obra de los pueblos.
Alrededor de 700.000 dejar�n Mosc�. Pero podemos asegurarle que s�lo ladrones,
especuladores, kulaks, comerciantes privados y ex oficiales tendr�n que irse".
En la misma noche
que habl� con una obrera fabril en la casa de un trabajador, ella me dijo: "Son
cruelmente estrictos en las f�bricas. Si usted falta un d�a, es despedido, le
quitan su tarjeta de pan, y no puede conseguir un pasaporte. La vida es una
pesadilla. Yo camino a mi f�brica cada d�a, porque viajar en el tren atestado me
destruye los nervios".
"Es m�s terrible
que nunca. Si dice una palabra ahora en las f�bricas le despiden". Este rigor en
las f�bricas es el resultado de los decretos del gobierno sobre la disciplina
laboral. Su meta principal es atar a los buenos trabajadores a la f�brica y
deshacerse de los vagos. Malditos por una continua deserci�n de las f�bricas por
trabajadores descontentos, que se iban a otras f�bricas, el Gobierno Sovi�tico
decidi� detener esto a trav�s de una severidad que no es m�s que esclavitud.
"Trabajamos ahora
por un mayor capataz de esclavos que nunca", fue el comentario de un obrero que
conoc�a las f�bricas pre-guerra. Este hombre fue a trabajar cada d�a con temor,
porque viv�a fuera de Mosc� y ten�a que alcanzar un �mnibus. Algunos de sus
amigos hab�an sido despedidos por llegara la f�brica un cuarto de hora tarde, y,
viviendo lejos de su lugar de trabajo, tem�a el mismo destino. Ser privado de
una tarjeta de pan, que es el castigo por un d�a de ausencia laboral, no es algo
trivial en Rusia. No es s�lo el m�s flojo el despedido, sin embargo, sino
tambi�n el trabajador honesto.
Sin seguro de
desempleo
Cuando llegu� a
Londres y vi el cartel "La tierra sin desempleo", el patetismo y la hipocres�a
de la situaci�n me golpe�. En Mosc�, en Kharhoff, en cada ciudad, miles est�n
siendo expulsados de las f�bricas. No reciben tarjeta de pan, como me dijeron
numerosos trabajadores, o en algunos casos una tarjeta de pan por quincena. No
reciben seguro de desempleo. Est�n privados de pasaportes y son enviados fuera
de las ciudades hacia el campo, donde no hay pan y donde con frecuencia no
conocen a nadie.
M�s y m�s
trabajadores est�n dejando las puertas de la f�brica para enfrentar el hambre.
Una econom�a vigorosa est� reduciendo el personal en muchas oficinas, y en
algunas f�bricas de veinticinco a cuarenta por ciento.
"�Por qu� tienen
tantos desempleados?", fue la pregunta que hice a un comunista bien conocido. Su
respuesta fue t�pica de la hipocres�a de muchos Bolcheviques. "Nuestro desempleo
est� de acuerdo al plan. Estamos expulsando personas de las oficinas para hacer
trabajar mejor a los dem�s. Estamos creando desempleo a prop�sito y el pueblo
entiende". "�De acuerdo al plan!". No importa la vida humana, en tanto todo sea
"de acuerdo al plan".
La pasaportizaci�n,
la disciplina laboral y el desempleo. Esos son los tres espectros que acechan al
obrero ruso.
Facs�mil del original: