Conclusiones
Si alguien a�n tiene la
tentaci�n de creer que
Trotsky no form� parte de
los eventos acaecidos desde
los inicios de la
revoluci�n, lea su
proclamaci�n de victoria de
1917:
"La abolici�n de los
derechos de propiedad de los
terratenientes y el control
de producci�n de los
obreros, ahora est�
asegurado. Hemos arrestado a
todos los ministros del
gobierno del zar y las
cabezas de la polic�a y
Okhrana, y la Okhrana ha
sido declarada una
organizaci�n ilegal. Todo
derecho de propiedad de los
terratenientes est� abolido.
Comenzaremos inmediatamente
con la expropiaci�n de
tierras, la propiedad de la
corona y de la iglesia, la
imposici�n del control
obrero de la industria y la
completa democratizaci�n del
ej�rcito y la marina".
Trotsky ha
sido considerado, aunque
pocos lo sepan hoy, la
"Espada de la revoluci�n",
como Antony Cliff le llam�.
Si bien Lenin estableci� las
bases de la fundaci�n
te�rica del bolchevismo,
Trotsky llev� a cabo la
revoluci�n. Como ardiente
estudioso de la sangrienta
revoluci�n francesa, jug� un
papel crucial en relaci�n
con el capital
internacional, con
agitaci�n, como
propagandista, como l�der de
las revueltas y
organizaciones obreras y
como comandante del Ej�rcito
Rojo. Sin Trotsky la Rusia
roja habr�a fallado, y a
nivel militar no habr�a sido
nada.
En resumen,
a lo largo de esta
investigaci�n nos ha quedado
claro que Trotsky estaba a
favor de la m�s f�rrea
represi�n, no s�lo contra el
enemigo de clase (punto
grave ya de por s�), sino
incluso contra los propios
trabajadores, como en
Kronstadt y tantas otras
revueltas aplastadas por su
propia mano.
Fue �l quien
propuso incluso la
deportaci�n de los
trabajadores a campos de
concentraci�n si
desobedec�an al Estado. Y
defendi� con toda firmeza la
militarizaci�n del trabajo,
no s�lo en los tiempos de
guerra, sino como modelo de
construcci�n del socialismo,
de modo que fuese una
decisi�n del Estado cada
traslado y ubicaci�n para
trabajar, de manera
obligatoria y vinculante.
Defend�a que
existiese un r�gimen de
partido �nico, sin la menor
libertad de disidencia, con
todos sus partidarios y
organismos totalmente
controlados.
Como ya
hemos visto, no dej� de
practicar y defender todas
las pr�cticas del Terror
Rojo hasta que fue
desplazado de los puestos de
poder. Adem�s, era tan
eg�latra como todo l�der
comunista y sus seguidores
dieron culto a su persona,
como en la actualidad lo
siguen haciendo.
Lo cierto es
que debemos reconocer que en
los a�os en los que Lenin y
Trotsky (junto a Stalin y
otros) mantuvieron el poder,
se produjeron en Rusia la
represi�n, el terror, la
Cheka, el Gulag, el Partido
�nico, las expropiaciones y
robos, el aplastamiento de
todo desacuerdo, la
destrucci�n de una clase, la
persecuci�n religiosa, la
propaganda infamante, etc.
Ellos fueron quienes
abolieron el derecho a
huelga, la prensa libre, el
derecho a la libertad de
religi�n, las elecciones y
toda oposici�n pol�tica, y
ejecutaron a cientos de
miles de hombres, mujeres y
ni�os inocentes.
Trotsky fue el primero y m�s
peligroso de los oponentes
de Stalin. En �l Stalin
concentrar�a, con el correr
de los a�os, todo el poder
de su inmensa capacidad de
malicia pol�tica.
Es cierto que, reforzando el
mismo estilo de su
predecesor, Stalin no
soportaba la m�s m�nima
disidencia, y finalmente
acab� con absolutamente
todos los antiguos
colaboradores de Lenin. Y
tambi�n es verdad que para
ello se val�a de enga�os,
porque no le servir�a
ventilar de sus antiguos
camaradas los verdaderos
cr�menes de los que
participaba todo el
liderazgo bolchevique, �l
incluido.
Pero todas
estas acciones en su contra
no modifican el hecho de que
Trotsky no disent�a porque
le escandalizaran las
pol�ticas genocidas de
Stalin. De hecho lleg�
incluso a criticar algunas
de sus acciones de represi�n
por considerarlas m�s lentas
de lo que �l habr�a
preferido. No se trataba
entonces de la lucha de un
idealista contra un asesino.
No. De hecho, en su
enfrentamiento era Trotsky
quien deseaba
internacionalizar la
carnicer�a que Stalin
manten�a circunscripta en
principio a la Uni�n
Sovi�tica. Lo que les
enfrentaba se trat�,
entonces, de una simple
lucha de poder, en donde
Stalin mostr� m�s pericia
para alcanzarlo y mantenerlo
que su contrincante,
igualmente peligroso pero
menos astuto a estos
efectos.
Una vez
ca�do en desgracia ante el
partido, sin poder y fuera
del pa�s, Trotsky s�lo
recibir�a la misma moneda
que �l mismo hab�a utilizado
con otros hasta que le toc�
el turno.
Trotsky, m�s all� de su
talento literario y
oratorio, no era una figura
m�s virtuosa que Lenin o
Stalin. Que quede claro
definitivamente: la �nica
diferencia mayor entre
Trotsky y sus compa�eros
l�deres bolcheviques fue que
al perder esa batalla, �l
nunca tuvo la posibilidad de
ejercer poder total. Lo
cierto es que Trotsky, al
igual que Stalin, no
aceptaba que nadie se
atreviese a contradecirlo.
Era un truco que ambos
hab�an heredado de Lenin.
La debilidad de Trotsky como
pol�tico qued� demostrada.
El gran intelectual, gran
administrador, el gran
orador, carec�a de una
cualidad esencial para un
l�der pol�tico. Y es que
Trotsky pod�a encender masas
de hombres para que lo
aclamaran y siguieran, pero
no ten�a talento para el
liderazgo entre iguales. No
pudo establecer su autoridad
entre colegas por las
modestas artes de la
persuasi�n.
Incluso era considerado
arrogante por sus colegas.
Trotsky era bueno con los
sarcasmos, y los utiliz�
mucho en sus frecuentes
ataques a Stalin desde el
extranjero. M�s all� de la
ancestral lucha de poder, su
periodismo escrito en M�xico
ha de haber sido suficiente
raz�n para que el
dictatorial Stalin lo
tuviera como objetivo de
muerte. Sin embargo, aunque
quedaba claro que la
colectivizaci�n de la
agricultura involucraba una
masacre del campesinado, la
�nica cr�tica de Trotsky al
respecto fue que la campa�a
de Stalin no hab�a estado
suficientemente
"militarizada". Con esto
quer�a decir que los
campesinos no estaban siendo
masacrados suficientemente
r�pido.
Por dar s�lo un par de
ejemplos de lo que produce
su doctrina, diremos que
entre los seguidores
posteriores de las ideas de
Trotsky podemos contar al
sanguinario genocida Pol Pot,
de Camboya, y en la
actualidad al dictatorial
Hugo Ch�vez de Venezuela.
Nadie
dudar�a en tachar a los
l�deres nazis como Goering
(pol�tico y militar alem�n,
miembro y figura prominente
del Partido Nazi,
lugarteniente de Hitler y
comandante supremo de la
Luftwaffe, la Fuerza A�rea),
Himmler (Comandante en Jefe
Reichsf�hrer de las SS y m�s
tarde Ministro del Interior
y fugazmente Comandante de
los ej�rcitos del V�stula
durante el sitio de Berl�n)
o Goebbels (pol�tico alem�n,
Ministro de Propaganda de la
Alemania Nacional
Socialista, figura clave en
el r�gimen y amigo �ntimo
del F�hrer) de criminales
por su participaci�n directa
en las acciones emprendidas
por Hitler. Sin embargo se
considera un �inocente
intelectual� al creador
ideol�gico, estrecho
colaborador de Lenin e
implementador de algunas de
las herramientas de
represi�n comunista bajo las
cuales se mataron
directamente por lo menos a
cuatro millones de personas,
sin incluir cifras de su
colaboraci�n con otras
matanzas a nivel
internacional. �No
deber�amos al menos ponerlo
a la misma altura de los
nazis?
Dentro de un
r�gimen diferente, pero no
menos sangriento (mas bien
lo contrario, como quedar�a
demostrado a lo largo de las
d�cadas), Trotsky fue tan
destacado como esas figuras
nazis tan odiadas por el
hombre moderno. Era la mano
derecha de un dictador
sanguinario y particip� de
todas las decisiones que
produjeron la miseria y
consternaci�n de un gran
grupo de naciones y los
millones de personas que
tuvieron la desgracia de
vivir bajo su yugo.
Y podemos
llevar a�n m�s all� el
paralelo entre estos dos
reg�menes genocidas,
diciendo que en realidad hay
poca diferencia entre la
supresi�n de toda una raza
(jud�a) y toda una clase (la
llamada �burgues�a�, donde
inclu�an a toda elite
social, econ�mica y
religiosa). Ambos sistemas
se dedicaron a la
destrucci�n arbitraria de un
grupo de personas
(millones), cada cual con su
excusa y explicaci�n para
comportarse de esa manera.
Es hora de que esto quede
claro. Y que nos
preguntemos: �c�mo es
posible que se desconozcan
de tal forma los cr�menes de
unos mientras se repudian
los de los otros, siendo tan
parecidos en causas y
consecuencias?
Toda esta
exposici�n ha dejado muy
claro que la imagen
poetizada de Trotsky no es
m�s que una fachada
construida para atraer a los
idealistas que poco saben de
los verdaderos sucesos en
que estuvo envuelto, junto a
la otra imagen idealizada de
Lenin. Ahora, lo �nico que
pide la historia como acto
de justicia es que se
consideren (y condenen) por
igual los cr�menes de una
ideolog�a que simplemente ha
logrado ser m�s astuta para
salir impune (y hasta
obtener elogios) que la
tristemente famosa nacional
socialista alemana.